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El estómago revuelto de la educación pt. 2

[Original context]

La construcci?n de lo que nos rodea, no s?lo se logra por medio de los espacios.

Para comenzar a hablar de educación, conviene reparar en el significado de paradigma. Un paradigma es un concepto que está instalado en la mente de la persona (o de un grupo de personas), y que es difícil o imposible de quitar, porque no se cuestiona. De alguna manera podría ser entendido como la parte inmueble de una casa: cuando los dueños de la casa se plantean hacer un cambio en su casa, cambian de lugar los muebles, pintan las paredes o cambian las luces, pero la arquitectura de la casa no es cuestionada. Es invisible, o considerada como el marco en blanco sobre el cual se construye todo; sólo que a diferencia de cómo sus habitantes lo perciben, el inmueble no es un marco en blanco, sino que un constructo artificial. Muchas ideas son inculcadas de esta manera en nuestra mente; y en realidad está bien que así sea.

El problema de esto es cuáles son los paradigmas que nos inculcan. Hay buena parte de esta arquitectura mental que no está bien diseñada. El modus operandi del colegio, al consistir en grupos gigantes de personas unidos según años de nacimiento para recibir los contenidos, termina consistiendo en una exposición unilateral de contenidos, para que la memorización de éstos, luego sean evaluados como correctos e incorrectos. Y he aquí uno de los errores más obvios y abucheados de nuestro sistema: se nos enseña que sólo hay una respuesta correcta, y las demás son equivocadas; y esto a modo de paradigma.

Esto es un error conceptual grave, dado que este fenotipo hereditario de todo lo que hemos descubierto e inventado por siglos, no son las únicas soluciones y explicaciones para nuestro universo de problemas y dudas. Generamos en las personas la desesperación por conocer una sola respuesta correcta, para descartar todas las otras. Quizá sea positivo que algunas personas piensen de esta manera, pero un alumno debería ser libre no sólo de tener su propia cosmovisión, sino que también de no tener una cosmovisión del todo. Conocer las distintas teorías que han surgido en los tiempos, como si fueran mundos posibles, pero no creer en ninguna de las que le han sido sugeridas, ni en la propia como candidatas a ser las verdaderas. Un segundo problema derivado de este paradigma, es el factor de auto-credibilidad. A los alumnos se les enseña que rara vez lo que piensan es lo correcto: de alguna manera se les enseña que no es tan buena idea pensar por ellos mismos.

En una desconferencia sobre educación que estuve, realizada por Integralab, se nos preguntó a cada uno cuál ha sido la experiencia de aprendizaje que más nos ha movido a lo largo de la vida; cuál es la más importante. Obviamente tuve que resignarme a la idea de que no podría encontrar la más importante y enriquecedora de la vida, pero al menos podría elegir una muy importante de todas las que he tenido. Lo importante, es que después nos hicieron caer en cuenta de forma certera que ninguna de estas experiencias elegidas, había sido recibida por medio de la educación colegial. Y he aquí el segundo punto importante: en el colegio, los niños están perdiendo gran cantidad de tiempo en vano. Sean cuales sean las razones de para qué educamos, definitivamente necesitamos formar a quienes entran a estudiar, más que enseñarles datos. A nadie le importa el año en que comienza la era medieval. No tiene relevancia ese dato. Lo importante es el marco cultural de la era medieval, entre cuáles épocas ocurre; de cómo es la transición; por qué se la distingue como una época, más o menos hace cuántos años fue, etcétera. Pero el año en el que se definió arbitrariamente que comienza, no. En lugar de estar esforzándose por aprender cuatro dígitos de un número irrelevante, los alumnos deberían estar jugando a que arman sociedades organizadas, para preguntarse por las relaciones del “yo” con los demás, descubriendo los desafíos de hacer realidad un proyecto, o aprendiendo a explorar la psicología de los otros para aprender a convivir. En el fondo, haciéndose de estructuras útiles para las cuales no tenemos un nombre, ni un método de enseñanza porque son inefables. No quiero decir con esto que deberíamos eliminar las clases del todo, y mandar a los niños a jugar solos al parque y al barro. Las clases son importantes, pero en ellas se deberían entregar contenidos que se entrelazan con experiencias reales y propias.

El tercer factor de daño a los alumnos tiene que ver con las dinámicas sociales en el colegio. Existe un sistema similar al carcelero, que obliga a todos a tener un comportamiento determinado; y está bien enseñar el modo de convivir bien a los alumnos, pero se establece la dinámica basada en capas de autoridad versus presidiarios. Si el grupo de profesores e inspectores están destinados a imponer autoridad sobre el grupo de los alumnos, automáticamente pasan a ser entendidos como una suerte de enemigo para algunos alumnos. Se incita al mal comportamiento, puesto que la presencia de una autoridad punitiva connota la necesidad de romper las reglas para las que están. Es obvio: no se meten dentro de una caja fuerte los objetos de menos valor. Es poco probable que la familia de un alumno sea perfecta, y si éste llega al colegio con alguna formación emocional poco esperable, caerá en un círculo de castigos, imprimiendo en su mente una imagen propia de miseria.

En un segundo lugar, el establecimiento de una confrontación entre profesores y alumnos, incentiva la aversión por el aprendizaje. Puede ser que nunca un profesor sea el malo de la película frente al curso de alumnos a lo largo de todo su paso por el colegio, pero sí la idea de colegio permanece como un ente negativo, punitivo; enemigo. Por tanto, la enseñanza que entrega el colegio, y sus instancias, todas son instancias de castigo. -El enemigo intenta hacer una clase en nuestra contra- y por lo tanto, cualquier alumno que muestre espontáneamente inquietud por aprender, es un detractor, un traidor. Claramente esto no ocurre tan marcadamente, pero sí los alumnos son inhibidos de hacer preguntas “que no aparecen en la prueba” al profesor, o de investigar más allá sobre las materias que se les enseña. De hecho, para los alumnos está prohibido sentir interés por cualquier disciplina del colegio; por lo menos hasta que el grupo de alumnos alcancen un nivel de madurez que los acerque a las personas que hay detrás de la figura de profesor.