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El estómago revuelto de la educación

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Educación. Yo tuve la oportunidad… uhm… la… instancia de haber ido al colegio; y ahí es donde todo termina. Mientras estuve en el colegio no me cuestioné con suficiente fuerza el hecho de tener que ir al colegio, como para haberme escapado a tiempo de él. Mi inquietud por el colegio empieza después de que haya sido terminado yo, en el colegio. Y yo también empecé después de mi final en el colegio. Considero que buena parte de mi aprendizaje hoy en día ha sido precisamente quitarme el colegio de encima, y aún sigo en eso. En el proceso de digestión de alumnos para formar profesionales, el estómago -el colegio-, está revuelto, y mal. No quiero generar un malentendido. Mi colegio fue muy bueno. Por encima de lo bien que me dio lo que un colegio se supone que debe dar, también fue superior en cuanto a la formación humana, espiritual. No podría nombrar un colegio mejor que el que fui. Ese es precisamente el problema. Los colegios van de aquí para abajo. Y con escalones abismales. Los problemas educativos que abriga este concepto de mi inquietud por la educación, hasta hoy en día son: el colegio como sede de destrucción de los asistentes, el colegio como mecanismo de la injusticia social, y el colegio omitiendo su misión más básica. Cada uno de ellos, los iré desarrollando no aquí, sino que más adelante, en otros posteos para este blog.

Y es que la educación que aplicamos hoy en día, nunca fue ideada por alguien. El modelo operativo y educacional del colegio se genera en forma vernácula, y permanece a fuerza de inercia social. Las personas que aprendieron a formar parte de la actual estructura educacional, permanecen haciendo lo mismo que hacen desde que comenzaron su trabajo, puesto que es más fácil que cambiar. Todas las instituciones externas al colegio, evalúan la calidad educativa de éstos, en base a criterios que no funcionan en sistemas educativos distintos, y por tanto cualquier colegio que saliese del paradigma, arriesgaría a dejar a todos sus alumnos a la deriva. Y todos los directivos educativos sufren el dilema del enfermo al corazón: solucionar el problema bien, es totalmente crítico, y no pueden saber si el doctor con el que se operarán es el indicado para su caso o no, sólo hasta después de la operación, cuando ya es muy tarde. Así también con las propuestas educativas en el colegio. Con la única diferencia, que los colegios no tendrán un infarto como el enfermo al corazón, sino que sólo seguirán funcionando mal; por tanto, no cambian.

A lo largo de varios post de este blog, hablaré de mi inquietud con la educación en base a sus problemas. Empezaré a hablar de distintas propuestas educativas, pero todas en base a mi opinión y tratamiento personal, puesto que lo que pretendo es proponer y quizá desquitarme, más que enseñar lo que otros han hecho; y además que nunca me preocupé de saber lo que plantean los distintos autores como para citarlos, sino que más bien he ido aprendiendo de ellos sin preocuparme de quién es el que habla. Todos están mezclados en mi memoria. También tenemos que estar de acuerdo en asumir a priori que todo lo que planteo está equivocado. Si bien podemos decir que nuestro sistema educativo está muy mal, cualquier idea que pongamos en marcha, va a producir problemas gigantescos, probablemente de las mismas proporciones que nuestro sistema actual. Es sólo que no podemos percibirlos antes de ponerlos en marcha y experimentar en la realidad estos problemas. Es como la vieja discusión si hemos de regirnos bajo un sistema marxista o neoliberal. Las dos opciones son simplemente fatales. El sistema educativo ideal, es muy distinto al actual, pero no lo elimina del todo, y sobre todo, está conformado sólo por trabajadores bien intencionados que desean un mundo mejor más que su paga de fin de mes.